Impaciente, con la mirada puesta en
cada joven que pasaba, el pequeño Valentín se preguntaba: ¿será ella, será
ella? No le quedaba más que esperar, y eso hizo; mientras el tiempo pasaba, ese
niño con lentes muy grandes para su pequeño rostro, recordaba a las antiguas
novias que le había presentado su papá, pero él quería que esta vez fuera
diferente. De pronto escuchó una voz que mencionaba su nombre, así que volteó
al instante. El niño no podía creer lo que veía; ¿es acaso una ilusión, un
sueño, un ángel? La nueva novia de su padre era bella, creo yo, incluso más de
lo que esperaba.
Valentín quería causar una buena
impresión; sin embargo, derramó una bebida sobre la mesa de la pequeña pizzería
donde habían ido a comer. Y como si se tratara de una cruel broma del destino,
tiró otro vaso sobre la mesa. Inmóvil, pasmado, atónito, Valentín pensaba cómo
hacer para solucionar lo que había hecho; le habló de que la coca cola no
manchaba la ropa, pues eso le había dicho su abuela, pero la joven le dijo que
no le había caído. Luego la conversación fluyó con normalidad: como si se
conocieran de años, como si ella fuera la indicada.
Saliendo de la pizzería se fueron a
caminar. Valentín, cogido de la mano de la dulce muchacha, le comenzó a contar
que desde hace años no veía a su mamá; Leticia, la rubia, sintió pena por la
historia, pero antes de que dijera algo el niño la interrumpió, diciendo que no
se tenía por qué preocupar; si en algo su padre tenía razón es que los judíos
eran distintos, refiriéndose a su madre; y que si ella fuera judía su padre no
la tendría como novia. Ese comentario tan banal, para el niño, no tuvo el mismo
efecto en la dulce muchacha. Lo que comenzó siendo una leve brisa de tristeza,
a lo largo del día, se convirtió en algo más agudo.
En el cine, ella lo miraba. Valentín
estaba más que feliz, hacía mucho él no siente algo así: estaba sentado al lado
de quién podría ser su futura madre. Giró la cabeza, levantó la mirada: Leticia
lo contemplaba; por un instante se percató de la tristeza que traía en su
rostro, pero su felicidad pudo más.
La tarde seguía pasando, ahora los dos
se encontraban en el parque. Valentín, echado en la banca; Julieta, sentada
acariciando el cabello del indefenso chico. Comenzaron riendo, hasta que ella
le preguntó: ¿Tú quieres mucho a tu papá? ¿Es bueno? A lo que el pequeño
respondió que sí. Él también le preguntó que si estaba enamorada de su padre,
Julieta le dijo que, efectivamente, estaba enamorada, pero lo dijo en un tono
melancólico, algo que Valentín percibió. Entre risas el niño, con la mirada
dulce y sincera, le hizo una confesión: él quería que Leticia se casara con su
papá para que ella se convirtiera en su madre, mejor dicho, madrastra; aunque
para él era lo mismo.
Una lágrima caía por el rostro de la
dulce muchacha, Valentín le dijo que no se pusiera triste, que estaba todo bien:
no soportaba verla llorar. El día estaba llegando a su fin, él no quería que
terminara a pesar del eminente estado de tristeza de Leticia, ante lo que el
astuto niño le dijo que no le iba a contar a su papá que estuvo llorando. Ella;
todo lo que conversaron. Y aunque el
tiempo entre ambos fue corto, ninguno de los dos se quería separar: había
surgido un cariño especial.
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Y después de muchasss pero muchasss lunas vuelvo a escribir. Este es un trabajo para la universidad , en que teníamos que adaptar en texto una escena de una escena de la película El sueño de Valentín (2002). Está un poco largo pero espero que lo lean, si les gusta comenten y si no... no rompan mi pobre corazón u.u
2 comentarios:
don't go breaking my heart ♫♪
Tengo que ver Valentín!!!
se me paso cuando la dieron
la buscaré en DVD
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